Es
un dicho común en la fiesta…
Se
dice que los toreros están hechos de otra pasta; que son de otro planeta al
llevar una increíble recuperación tras sufrir graves percances, muchos de ellos
que ponen en riesgo su vida y que mismos que si fuesen sufridos por cualquier
persona “normal”, ésta no soportaría ese tipo de heridas.
Desde
la primer víctima reconocida en los libros de historia de la tauromaquia Don
José Cándido Expósito allá por el año de 1777, hasta nuestros días, esos hombres místicos, casi irreales llamados
toreros, han sufrido tremendas cornadas que ha muchos los han arrancado de este
mundo; y a otros por situaciones de casi imposible descripción que se han
recuperado de manera casi milagrosa y se los han arrancado así literalmente de
los brazos de la muerte.
Si
bien es cierto no hemos sido testigos presenciales de percances mortales en la
historia del toreo -sobre todo de
épocas pasadas- si los hemos vivido al escuchar las anécdotas de esos viejos
aficionados que tienen la culpa de que amemos esta hermosa fiesta; quien podría
olvidar la cornada de Antonio Velázquez en el cuello por el toro Escultor,
narrada por Don Pepe Alameda haya en su departamento cerca de Av. de la Reforma;
un torero que a los pocos días no podía hablar pero escribía en un papel
“cuando reaparezco”; o la cornada al torero de México, comentada en el restaurante
Tío Luis por Don Pedrito Yllana…
La
de Antonio Lomelin, en 1975 cuando Bermejo de Xajay le infirió una cornada en
el abdomen dejando exteriorizado el paquete intestinal; yo tenía 4 años de edad,
estaba en la plaza y todavía recuerdo la cara de miedo de mi abuelo; su palidez
de terror en el rostro, y el grito espantoso y desesperado de mi abuela cuando
vio a Toño recogiendo sus intestinos de la arena; tan exaltada quedó que me
sacó de la plaza y se regresó conmigo a la casa; decía Toño en entrevistas
posteriores: “La muerte es fría…no lo parece pero lo es. Estaba yo sudando y
casi de golpe, me sentí helado. Desde el primer instante, me di cuenta de que
no podía contener los intestinos… se desvanece uno y a pesar del dolor intenso,
no piensa en eso, sino en aferrarse a algo, para no irse. Hay un momento, sin
embargo en el que el mundo comienza a parecer casi dulce, irreal, lejano, pero
sobre todo la muerte es fría…”
Estuve
presente también en la cornada a Juan Pablo Llaguno allá por mayo del 2000,
cuando Copetes le partió la femoral y la safena; es impresionante ver como se
escapa la sangre y la vida de un hombre por el boquete de una herida de asta de
toro.
De sangre en sangre vengo,
como el mar de ola en ola,
de color de amapola el alma tengo,
de amapola sin suerte es mi destino,
y llego de amapola en amapola
a dar en la cornada de mi sino.
Toreros
de plata que han sufrido severas cornadas, no vayamos más lejos, la más
reciente aún y que hoy es noticia, y es noticia porque es morbo, y el morbo tristemente
vende y da espacios en noticieros y en radio y en periódicos; la gravísima
cornada de Mauricio Martínez Kingston que hoy fue dado de alta y evoluciona
favorablemente de un percance que lo tuvo también al borde de la muerte.
Es
cierto, los toreros, todos ellos, matadores, subalternos, son de otra pasta,
están hechos de otro material; su preparación física indudablemente les ayuda
para recuperarse de estos percances; pero también, hay que decirlo tal cual es,
están cuidados y protegidos por otros genios, otros hombres que vestidos de
blanco, no juegan a ser dioses, sino que también hechos de otra pasta; hechos
de otro material, se atreven a meter la mano en una herida abierta para detener
ese hilo de vida que se escapa; no temen en empuñar un bisturí y abrir la carne
destrozada por un pitón para explorar trayectorias y salvar no solo la pierna
de un hombre enfundado en finas telas si no su vida misma.
Unos
hombres que enfundados en batas blancas y escondidos detrás de un tapabocas,
realizan una labor extraordinaria para salvar la vida de esos hombres que se
juegan la misma domingo a domingo.
Vaya
un minúsculo homenaje a esos ángeles de blanco que merecen un artículo completo
y no solo una pequeña mención en este.
Enhorabuena
a todos esos médicos taurinos que desde tiempos remotos, en sus manos han
tenido la vida de esos hombres místicos, de otra pasta también llamados
toreros; ustedes médicos también son de otra pasta y con sus manos ejecutan
brillantes faenas llenas de valor, llevando con temple los hilos de las suturas
y el filo del bisturí.
Un
abrazo y suerte para todos…
Porra México A.C.
Eduardo Rodríguez Diez
Presidente
“El toreo es el único arte fugaz que impacta
de un solo golpe todos tus sentidos y el único capaz también de llegarte con
una sola imagen a lo más profundo de tu corazón”
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