jueves, 11 de agosto de 2016

ALGO PASA… ¡DENTRO DE UNO MISMO!... Por José Caro.



La expresión, poco contenciosa de argumentos filosóficos, por su simplismo parece decir nada. Empero, entendida con buena voluntad, en su fondo resguarda ciertos matices humanos que sin ser balas de cañón “matan” a quienes niegan la validez de contemplar y admirar al toreo –TEMOR Y ENCANTO- con ojos soñadores y románticos. Para empezar es bueno considerar que algo pasa “dentro de uno mismo” cuando la verdad del toreo repulsa y rechaza la inercia del torbellino siniestro de la mentira.
La frasecilla “algo pasa,…. dentro de uno mismo” –me- la dijo un aficionado sorprendentemente dolido e ingenuamente irritado. ¿Cuándo don José, me preguntó, EL AFICIONADO MODERNO VALORARÁ EN SU JUSTA DIMENSIÓN LAS GRANDES MARAVILLAS QUE SE SUCEDEN ACTUALMENTE EN LAS ARENAS DE LAS PLAZAS?
Huésped de su mundo noble y “soñador”, compartí su tesis que como excursión melancólica al pasado me remitió a la infinita grandeza de las monumentales obras de los gigantes constructores del toreo. Y es que, olvidando el ayer, me queda claro -convencido estoy- que ahora se han creado notables maravillas que hacen que “algo pase dentro de uno mismo”. Y coincido con mi amigo aficionado: “aún sobreviven toreros cuya actitud y pericia en los ruedos hacen las delicias despertando notables niveles de entusiasmo en la concurrencia –cada vez más escasa- a las plazas de toros”.
Penosamente,….. ¡Sí!,….. “penosamente” hay “infracciones” que, cometidas por personas del medio desprestigian la sublimidad ganada con la sangre y nobleza de los toreros que elevaron la categoría del espectáculo. No es necesario referirlas ni apuntarlas pues el “buen aficionado” sabe cuáles son las máculas modernas que denigran la “sagrada” historia del toreo.
Lo cierto es que no deja de parecer extraña y hostil la relación del aficionado viejo la con la realidad presente del toreo moderno, sobre todo con la realidad promocional de los empresarios que, ahora en su modalidad de “regentes” y “formadores de toreros”, ignoran al aficionado que fiel y honradamente mantiene la Fiesta de toros comprando su boleto para acudir a las plazas convertidas en abandonadas bóvedas que en tiempos pretéritos fueron recintos de excitantes audiciones emotivamente dramáticas y estéticas.
En la charla con mi amigo el aficionado tan sólo me quedó el recurso de prestar oídos a sus reclamos. ¿Por qué se empeñan hoy ciertos aficionados en denostar LAS GRANDES MARAVILLAS QUE SE SUCEDEN PARA ADMIRARSE EN LAS ARENAS DE LAS PLAZAS?
Lo que no pude negar es que en la actualidad hay aficionados que tristes y abismados abandonan las plazas pues no alcanzan a posicionarse de las alturas en las que los elevados sentimientos y estados de ánimo les permitan que sus espíritus se consuman voluptuosamente en la orgía de sensaciones tan dichosas que el mismo cielo no encarnaría en la tierra.

Vaya ocurrencias las de mi amigo el aficionado: lo real es que platicado con él me volvió al cuerpo la necesidad de confortar la sensación de sed, de aquella sed en la que el toreo no es sino una excitante dulzura, dulzura increíble, que, solicitándola a cada instante, nos permite reconocer que el toreo no SE VALIDA si en el interior del practicante y el observador, ALGO LES PASA DENTRO DE ELLOS MISMOS”. 
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