Sin habérselo preguntado nadie, la Fiesta de toros mexicana
afirma que “nunca se sentirá a gusto en
una triste y solitaria fosa”. Si habérselo preguntado nadie, la Fiesta de toros
mexicana afirma que “no quiere verse envuelta en las sombras que nunca ha buscado”.
Sin habérselo preguntado nadie, la Fiesta de toros mexicana afirma que “son
muchos los sepultureros que ansiosos, y hasta afligidos por las prisas, se
aprestan a echarle las palas en la fosa que, según ellos, ya despide
pestilentes y fétidos humores”.
Sin habérselo preguntado nadie, la Fiesta de toros mexicana afirma que los
vaticinios de la especulación y el rumor anticipan que “pronto se le caerá de
las manos el sol de la Fiesta mexicana a la afición malabarista”, y que en
consecuencia “pronto quedará hecha añicos y se apagará”.
Pero he ahí que,… con palabra áspera y ronca el buen
aficionado quisiera contradecir a la Fiesta de toros mexicanas pues es evidente
que no se puede ver a sí misma sino de una manera parcial.
Quisiera el buen aficionado callarla y decirle que es el
viento en veloz movimiento el que a sus ojos les impide ver con claridad su
propia luz. Quisiera callarla y decirle que, en todo caso, el brillo de la
Fiesta de toros mexicana, su brillo, se destiñe entre el vapor opaco y
condensado del sol en suspenso, pero que no muere. Y quisiera sugerirle que
abra bien sus ojos para que contemple las chispas fugadas que despiden los
actuales jóvenes toreros con aspiraciones de convertirse en grandes luceros. Decirle
que a los actuales novilleros mexicanos los secunda el claro propósito de
llegar a la cima, y que su ascenso, a ritmo de paso tardo, siendo lento y
fatigoso, trinando resplandores, culminará con la expulsión de los sepultureros
y paleros.
Y es que, por lo menos en Aguascalientes, oasis y paraíso
del toreo, la Fiesta de toros brilla como
un sol de nuevo día. Aquí, gracias al porfiado y amoroso tesón de los viejos, y
a la vitalidad de los jóvenes, su naturaleza tiene garantizada la
sobrevivencia. En suma, quisiera decirle a la Fiesta de toros mexicana que en
Aguascalientes está en las mejores manos: está en la de los jóvenes y los
niños. Si bien en Aguascalientes los sueños de los hombres viejos están agotados, no lo están los
jóvenes que sueñan con el festín de la victoria.
Decirle que aquí en Aguascalientes los sueños de los jóvenes
son vigorosos y dulces, pero no tan dulces como los sueños del los niños que,
multiplicados en la plaza de toros San Marcos como las abejas se multiplican en
el panal, ni en sueños abandonan ni su monterita ni sus fantasías, ni su
capotito ni sus alegrías, ni su espada ni su cuna.
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