miércoles, 6 de enero de 2016

¡Están hechos de otra pasta! Por: Eduardo Rodríguez Diez.




Es un dicho común en la fiesta…

Se dice que los toreros están hechos de otra pasta; que son de otro planeta al llevar una increíble recuperación tras sufrir graves percances, muchos de ellos que ponen en riesgo su vida y que mismos que si fuesen sufridos por cualquier persona “normal”, ésta no soportaría ese tipo de heridas.

Desde la primer víctima reconocida en los libros de historia de la tauromaquia Don José Cándido Expósito allá por el año de 1777, hasta nuestros días,  esos hombres místicos, casi irreales llamados toreros, han sufrido tremendas cornadas que ha muchos los han arrancado de este mundo; y a otros por situaciones de casi imposible descripción que se han recuperado de manera casi milagrosa y se los han arrancado así literalmente de los brazos de la muerte.

Si bien es cierto no hemos sido testigos presenciales de percances mortales en la historia del toreo      -sobre todo de épocas pasadas- si los hemos vivido al escuchar las anécdotas de esos viejos aficionados que tienen la culpa de que amemos esta hermosa fiesta; quien podría olvidar la cornada de Antonio Velázquez en el cuello por el toro Escultor, narrada por Don Pepe Alameda haya en su departamento cerca de Av. de la Reforma; un torero que a los pocos días no podía hablar pero escribía en un papel “cuando reaparezco”; o la cornada al torero de México, comentada en el restaurante Tío Luis por Don Pedrito Yllana…

La de Antonio Lomelin, en 1975 cuando Bermejo de Xajay le infirió una cornada en el abdomen dejando exteriorizado el paquete intestinal; yo tenía 4 años de edad, estaba en la plaza y todavía recuerdo la cara de miedo de mi abuelo; su palidez de terror en el rostro, y el grito espantoso y desesperado de mi abuela cuando vio a Toño recogiendo sus intestinos de la arena; tan exaltada quedó que me sacó de la plaza y se regresó conmigo a la casa; decía Toño en entrevistas posteriores: “La muerte es fría…no lo parece pero lo es. Estaba yo sudando y casi de golpe, me sentí helado. Desde el primer instante, me di cuenta de que no podía contener los intestinos… se desvanece uno y a pesar del dolor intenso, no piensa en eso, sino en aferrarse a algo, para no irse. Hay un momento, sin embargo en el que el mundo comienza a parecer casi dulce, irreal, lejano, pero sobre todo la muerte es fría…”

Estuve presente también en la cornada a Juan Pablo Llaguno allá por mayo del 2000, cuando Copetes le partió la femoral y la safena; es impresionante ver como se escapa la sangre y la vida de un hombre por el boquete de una herida de asta de toro.

De sangre en sangre vengo,
como el mar de ola en ola,
de color de amapola el alma tengo,
de amapola sin suerte es mi destino,
y llego de amapola en amapola
a dar en la cornada de mi sino.

Toreros de plata que han sufrido severas cornadas, no vayamos más lejos, la más reciente aún y que hoy es noticia, y es noticia porque es morbo, y el morbo tristemente vende y da espacios en noticieros y en radio y en periódicos; la gravísima cornada de Mauricio Martínez Kingston que hoy fue dado de alta y evoluciona favorablemente de un percance que lo tuvo también al borde de la muerte.

Es cierto, los toreros, todos ellos, matadores, subalternos, son de otra pasta, están hechos de otro material; su preparación física indudablemente les ayuda para recuperarse de estos percances; pero también, hay que decirlo tal cual es, están cuidados y protegidos por otros genios, otros hombres que vestidos de blanco, no juegan a ser dioses, sino que también hechos de otra pasta; hechos de otro material, se atreven a meter la mano en una herida abierta para detener ese hilo de vida que se escapa; no temen en empuñar un bisturí y abrir la carne destrozada por un pitón para explorar trayectorias y salvar no solo la pierna de un hombre enfundado en finas telas si no su vida misma.

Unos hombres que enfundados en batas blancas y escondidos detrás de un tapabocas, realizan una labor extraordinaria para salvar la vida de esos hombres que se juegan la misma domingo a domingo.

Vaya un minúsculo homenaje a esos ángeles de blanco que merecen un artículo completo y no solo una pequeña mención en este.

Enhorabuena a todos esos médicos taurinos que desde tiempos remotos, en sus manos han tenido la vida de esos hombres místicos, de otra pasta también llamados toreros; ustedes médicos también son de otra pasta y con sus manos ejecutan brillantes faenas llenas de valor, llevando con temple los hilos de las suturas y el filo del bisturí.


Un abrazo y suerte para todos…


Porra México A.C.
Eduardo Rodríguez Diez
Presidente

“El toreo es el único arte fugaz que impacta de un solo golpe todos tus sentidos y el único capaz también de llegarte con una sola imagen a lo más profundo de tu corazón”
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