Comentaba
yo hace algunos meses en otro artículo de opinión esto: “la carrera de Alfredo
ha sido de altibajos, pero siempre con verdad, con entrega, con pasión a lo que
hace y con un amor verdadero a su profesión. “El Conde” ha sido condenado y
relegado por las diferentes empresas del interior y de la misma Plaza México,
sin saber realmente el porqué de esta situación; vaya de hecho es mil veces
mejor torero que muchos de los toreritos españoles que han pisado el ruedo de
la Monumental y tiene mucho más merecimiento, pero…”
Pero
ayer de nuevo volvió a callar bocas; no necesitó de un terno color jódeme la
retina como el del diestro español; ni hacer las vulgaridades y el “toreo”
efectista que “El Zapata” pregona y que en cada plaza ejecuta de manera
sistemática y por cierto cada vez más corriente; no “El Conde” ayer volvió a
dar una cátedra de lo que es la vergüenza torera, de clase, de torería y de
amor por la fiesta.
El
encierro de Lebrija, descastado, débil y aunque con movilidad nada emotivo, no
dio oportunidad a que se realizaran faenas de altos vuelos; sin embargo Alfredo
estuvo enorme con sus dos toros. Variado con el capote; y en banderillas, como
se debe de banderillear, dejándose llegar al toro y clavando en todo lo alto y no
dando saltos a diestra y siniestra como si fuera cirquero.
Con
la muleta, aseado, con temple y llevando y consintiendo a los débiles de
Lebrija, sobe todo el primero que con claridad y nobleza aunque deslucido, seguía
la muleta de “El Conde” pero sin ese puntito de raza que hubiese dado mayor
emoción y calado hondo en los tendidos. Largos fueron los derechazos que
Alfredo le endilgó a su enemigo, aunque sin ajustarse del todo; se fue tras el
acero y dejó una estocada un poco caída, lo que provocó posiblemente que el
juez de plaza no otorgara la oreja que el público solicitaba; y raro porque a
esa misma altura y el mismo juez ha otorgado orejas a diestra y siniestra a
faenas y toreros con menos merecimientos; pero en fin ya sabemos cómo se las
gastan en el palco de la “autoridad” en la México.
Con
su segundo, Alfredo cuajó un vistoso quite por Crinolinas, bien en banderillas
y templado con la muleta, buena estocada para de nuevo tener petición de oreja
que no se concede.
Estuvo
en el cartel, David Fandila “El Fandi”, el diestro español, enfundado en un
terno Halloween y azabache verdaderamente espantoso, y estuvo en eso, en “El
Fandi”; es decir brinco por aquí, brinco por allá, trapazo por acá y trapazo por acullá y fue todo. Increíble
que este torero sea el número uno en el escalafón de la torería española, lo
que ratifica lo que siempre he pensado, que hoy en día, no el que más festejos
torea es el mejor torero…
Es
de sobra conocido que la tauromaquia de Uriel Moreno “El Zapata” no es de mi
agrado; para un servidor es un torero con mucha imaginativa, pero con una
tauromaquia populachera y circense.
Y
ayer estuvo precisamente bajo el mismo tenor que le he visto una y otra y otra
vez, en el magno escenario, echando la pata para atrás, no dejando quietos los
pies, clavando de manera “espectacular” los palitroques, pero hasta ahí; nada
más, nada relevante, ya son muchos años de un “Zapata” que definitivamente ha
vivido de esto, gracias a la gran paciencia de un público que lo acepta y lo
quiere como es.
El
rejoneador Horacio Casas, aseado con sus jamelgos, y bien clavando banderillas,
según mi percepción más largas de lo de costumbre, sobre todo la banderilla que
clavó al violín; los forcados hidalguenses realizaron valiente pega al primer
intento para ser ovacionados, mientras que al caballero en turno, lo
despidieron entre aplausos.
La
entrada, libre del villamelonaje y de los aficionados de “ocasión” que se dan
en las tardes de inauguración y aniversario, no registró ni un cuarto de
entrada, volviendo a nuestra triste realidad.
Porra México A.C.
Eduardo Rodríguez Diez
Presidente
“El toreo es el único arte fugaz que
impacta de un solo golpe todos tus sentidos y el único capaz también de
llegarte con una sola imagen a lo más profundo de tu corazón”