“Para
conseguir algo importante uno debe pagar un precio. Son las normas de este
mundo”, Haruki Murakami.
Con
esta frase del novelista japonés, quiero comenzar este artículo el cual nació
al ver una fotografía hace unos minutos en una de las redes sociales, en ella
aparecen varias figuras del toreo, en una imagen en la que si no mal recuerdo, se
juntaron en defensa de la fiesta. Y bueno, tengo la costumbre de dejar volar mi
cabeza y me pregunte:
Sinceramente,
¿Qué tan dispuestos estamos los seres humanos para pagar el precio que conlleva
cumplir nuestros sueños cualquiera que este fuese?
Y
la respuesta es que muy poco, o casi nada; de hecho más del noventa por ciento
de las personas, trabaja o trabajamos en lo que no nos gusta hacer; estudiamos
una carrera porque así lo demandaron nuestros padres; o simplemente estudiamos
y no ejercemos nuestra profesión. ¿Cuantos no soñamos con ser futbolistas,
bomberos; o en el caso de las damas, bailarinas de flamenco, de ballet o patinadoras sobre hielo? ¿Cuántos de
nosotros no soñamos de niños con ser toreros?
Pero,
hay muchos hombres que si están dispuestos a pagar el precio de cumplir sus
sueños; de lograr sus ideales, de ser alguien en la vida; pero que una vez
logrado su objetivo, y haber “pagado el precio”, se olvidan de lo que soñaban
ser, de lo que querían lograr; toman al olvido como al hermano ausente de la
memoria.
Eso
mismo pasa en la fiesta de los toros, las figuras del toreo olvidan…
Olvidan
lo que soñaban ser de pequeños; no
recuerdan ya las faenas que con una trapo y un palo roto hacían en la acera de
su casa, o en el corredor de la vecindad con adoquines rojos y blancos donde
vivían; o en el patio trasero de casa del abuelo; con un toro representado casi
siempre por el primo, tu hermana o hermano menor o el amigo más querido, que
portaba, unos pitones enormes, que pesaban más que el que los cargaba; y en tu mente de chavalillo inocente veías un Miura colosal
al que te imponías, lo templabas y hacías una faena de historia y le cortabas
las orejas y el rabo, disfrutando de sentirte el más grande de los toreros; para
después ser izado a hombros por tus “cuates” y dar la vuelta al ruedo al pasillo
de la vecindad como si fuera Madrid o La México.
Estos
hombres que hoy se llaman figuras del toreo, en efecto, según su condición, han
pagado el precio de llegar a donde están; sus inicios, regularmente duros, en
plazas de pueblos pequeños con astados serios, que bien podrían haber arrancado
sus sueños y su vida; y haber pasado inéditos en la historia de esta hermosa
fiesta. Jornadas de horas entrenando de salón y meses sin torear o ver una
vaquilla en tentaderos; la sangre derramada en los ruedos por las cornadas y
muchos de ellos a punto de perder la vida en las astas de los toros; si, es una
frase repetitiva en la fiesta, eso dan los toros, cornadas; pero también, fama,
dinero, haciendas, gachís y una seguridad económica y una inigualable posición
social; estos son ingredientes que poco a poco van mermando esos sueños de niño;
esos sueños de gloria y se convierten en comodidades para aliviar esos
terribles años de sufrimiento; y es entonces cuando viene de nuevo el
planteamiento inicial. De verdad ¿Pagaste ya el precio?
Yo
sinceramente creo que no.
¿De
qué sirve llamarte figura del toreo si no toreas toros con edad y trapío? ¿De
qué sirve llamarte figura del toreo si te engañas a ti mismo? ¿De qué sirve
llamarte figura del toreo si la gente se va a desgañitar llamándote sinvergüenza
sin importarle un comino como ganaste tu fortuna o cuantas cornadas valieron el
Mercedes qué manejas, la mansión que tienes o la finca donde paseas a caballo
si se siente engañada por ti? ¿De qué sirve llamarte figura del toreo si has
matado tu ilusión, tu sueño de ser precisamente eso, TORERO? ¿De qué sirve ser
figura y tener asegurado el futuro de tus hijos, si eres el origen del engaño
de la fiesta que tanto dices amar?
Y
entonces, creo yo, que lo que si estas asegurando es que, en lugar de pagar el
precio, estas pagando el desprecio de la gente; de esos aficionados que vemos
en ti, lo que no quisimos o no pudimos ser por ese mismo temor a tener que pagar
un precio; porque antes de soñar con ser figura del toreo, te puedo apostar mi
vida a que soñaste primero y antes que nada con ser TORERO.
Y
pueden llamarme soñador, loco; o que vivo en una utopía, pero creo sin temor a
equivocarme que ser TORERO es lo más grande de este mundo; la profesión más
hermosa y digna que pueda haber; siempre y cuando nunca pierdas el rumbo y el
respeto al animal más poderoso y bello
que hay sobre la tierra, el TORO bravo; es la única forma de ser digno de ser
llamado TORERO.
Hoy
tu como figura del toreo ya no pagas el precio; lo está pagando la fiesta; la
que te dio todo lo que tienes y a la que le debes respeto y seriedad, porque de
lo contrario ya no como toreros si no como hombres, “irán desvaneciéndose poco a poco
en su tiempo, volviéndose recuerdos, brumas de otra época, hasta que sean
asimilados por el olvido” Gabriel García Márquez.
Señores
a los que se les llama figuras del toreo; cuando no torean lo que va en el
título de su profesión, no nos engañan a nosotros como aficionados; lo que si hacen es matar la ilusión, la fe y
la esperanza de ver su potencial como toreros y su grandeza dentro de la
fiesta, y como decía aquel poeta granadino: “El más terrible de todos los
sentimientos, es el sentimiento de tener la esperanza muerta”… Federico García
Lorca.
No
maten nuestra esperanza de verlos enfrentar a un toro de verdad…
Un
abrazo y suerte para todos…
Porra México A.C.
Eduardo Rodríguez Diez
Presidente
“El toreo es el único arte fugaz que
impacta de un solo golpe todos tus sentidos y el único capaz también de
llegarte con una sola imagen a lo más profundo de tu corazón”